Hace 17 años Jaime Ancán, llegó al colegio Cardenal José María Caro a trabajar como auxiliar. Como vecino del sector quiso dar continuidad a los cuidados del huerto durante la pandemia para que cuando los niños vuelvan al colegio, sean testigos del trabajo. Por herencia familiar siempre ha estado ligado a la tierra y está convencido que con dedicación, cariño y perseverancia todo crece y da frutos.
Hace un año se unió al proyecto que en un comienzo estaba a cargo de apoderados, pero que “con el paso de los días y por diversos motivos, no pudieron seguir viniendo. Entonces, como sabía de plantas, comencé a trabajar en él y cuidarlo día a día”, cuenta.
Soy campesino neto, mapuche. Desde niño aprendí de mi mamá y de mi papá, que se dedicaban al cultivo de hortalizas, a trabajar en un huerto, cómo cuidar las plantas, cómo hacer el almácigo, después cómo hay que regarlas, en qué momento, cuánto. Y cuando llega el minuto de trasplantarlas, cuánta es la distancia que debe haber entre ellas.
Me encantan las plantas, porque al continuar con esto, recuerdo mi infancia. Siempre hice lo mismo que mi papá y mi mamá, plantando de todo tipo de hortalizas, desde cilantro hacia arriba, me dedicaba a esto los años que viví en el campo y, siempre, donde he estado, he tenido un huerto.
Estamos sembrando acelgas y me trajeron lechugas para trasplantar. Tengo hecho almácigos de lechugas y tomates. Primero se hacen almácigos en un macetero u otro elemento. Después, cuando ya las plantas tienen sus tres o cuatro hojas hacia arriba se pueden trasplantar a la tierra.
¿Cómo es la relación que tiene con el colegio?
Es una relación donde yo siempre rescato lo bueno. Es un trabajo que me queda cerca de la casa y con todas las crisis que han pasado y la que estamos viviendo, me ha permitido poder siempre cumplir con el trabajo y lo, más importante, tener trabajo.
Para mí es muy satisfactorio, un privilegio trabajar en un colegio. Que mi hija haya estudiado acá también me une mucho más con esta labor.
Con los alumnos siempre he tenido una muy buena relación. Yo soy una persona que respeto desde los niños a los adultos. Tengo una buena llegada con los alumnos. Como vivo cerca, son muchos los niños que se topan conmigo fuera del colegio y con sus papás me saludan, me abrazan y eso es muy lindo.
Conozco generaciones que ahora son apoderados, entonces me vienen a ver, me saludan, me dan un abrazo fraternal y, que a uno le encarguen a su hijo, eso para mí es un gran privilegio, gratificante y muy satisfactorio.
Si yo no tengo cariño o vocación por mi trabajo siempre voy a fracasar, pero en este caso yo le tengo mucho cariño a los niños y a todo el personal, no somos pocos los que trabajamos, somos muchos por lo que es muy importante tener una buena convivencia. Esa relación es la que he tenido siempre en el colegio.
Son muchas las medidas de seguridad que hay que tomar en la elaboración de un huerto, no sólo ahora que estamos en cuarentena.
Cuando estoy preparando la tierra para una siembra, siempre me aseguro de que no haya ningún niño cerca, ya que es un proceso que requiere fuerza.
Cuando se produce el trasplante de verduras, ahí viene el alumno para que ellos conozcan cómo es el proceso de la plantación, porque, aunque no lo crean, son muchos los niños que piensan que la verdura o las hortalizas vienen directo del supermercado o de una feria. Es importante que ellos vean todos estos procesos porque es mucho lo que aprenden.
Y ahora, durante estos momentos de cuarentena, cuido el huerto tomando todas las medidas necesarias: guantes, mascarillas y trabajo solo.
No sabemos cuándo ni cómo será el regreso, pero espero que todo sea como antes, que los niños lleguen contentos y escuchar cómo me saludan.
Lo que estoy tratando de hacer es que el huerto sea una reflexión. Que las plantitas siguieron creciendo super bien, que cuidándolas pudieron mantenerse grandes, alegres. Ellos tienen que ver cómo la naturaleza se mantiene feliz si la cuidamos bien.