Durante un mes, todo el colegio recolectó alimentos no perecibles con los que elaboraron canastas familiares que permitieron apoyar a 40 familias del sector.
“Se hizo un trabajo con la comunidad. Los jóvenes visitaron y se pusieron al servicio de estas familias: les cocinaron; arreglaron techos y jardines; rezaron en conjunto.
Fue un orgullo ver a mis alumnos tan comprometidos”, explicó Ricardo González, coordinador Formativo Pastoral del colegio. “Estos trabajos forman personas, líderes cristianos, que pueden transformar el mundo.
La fe tiene que llevarse a acciones y si queremos que Chile cambie, los trabajos de invierno forman transformadores, agentes de cambio al servicio de su país”, dijo el coordinador.